LECCIONES Y ACCIONES EN TORNO A UNA TRAGEDIA
El de tlahuelilpan Hidalgo, no es el primero y seguramente tampoco será el último de los accidentes provocados por explosiones derivadas de malos manejos, o apatía e irresponsabilidad de funcionarios de Pemex, gobernadores y presidentes municipales.
El 19 de noviembre de 1984, en San Juan Ixtepec, mejor conocido como San Juanico, en el Estado de México, sucedieron una serie de explosiones en una planta de almacenamiento y distribución de gas licuado, cobró la vida de más de 600 personas y dejó heridas a más de 2000, se evacuaron a 60,000 habitantes y destruyó 149 viviendas.
En la ciudad de Guadalajara, en pleno centro, un 22 de Abril de 1992, la acumulación de gasolina a lo largo de 15 km del sistema de alcantarillado, provocaron 9 explosiones, qué hicieron volar vehículos, construcciones y todo lo que estaba sobre la red mencionada, dejando un saldo de 700 muertos y 800 heridos.
Y qué decir de la tragedia de la Guardería ABC, el 5de junio de 2009, en Hermosillo, Sonora. Ocurrió al propagarse un incendio de una bodega contigua del gobierno del Estado de Sonora, por una negligencia imperdonable, tanto del Gobierno Federal, quien subrogaba la guardería, como del Gobierno estatal, que uso la bodega al lado de la Guardería sin ninguna precaución y del Municipio de Guadalajara, quien no hizo las supervisiones correspondientes. En este nefasto e impune accidente, perdieron la vida 49 niños y 106 sufrieron heridas.
En el primer caso de San Juanico, el accidente fue responsabilidad del personal de Pemex; en el segundo del municipio de Guadalajara y en el tercero, del Gobierno Federal, Estatal, municipal y de los dueños de la Guardería, que dicho sea de paso, son parientes de Margarita Zavala de Calderón.
La más reciente tragedia, sucedió el viernes 19, y fue tan descarnada, cómo lo permitieron las redes sociales, es decir, a extremos nunca vistos.
En torno a este siniestro, todo mundo quiere llevar agua a su molino (más los enemigos de Andrés Manuel López Obrador, que quieren culparlo, y hasta están promoviendo y azuzando a los damnificados, para que estos exijan millonarias indemnizaciones).
Sin embargo, con lo que muchos analistas y políticos concuerdan, es en la pasividad y complicidad de los gobiernos anteriores de todos los niveles, para impedir estas prácticas que fueron prohijado y solapando a bandas que provocaron el sabotaje de ductos de Pemex y el robo masivo de combustible, utilizando a la población como cortina de humo y escudos humanos contra las fuerzas del orden.
Así se vio en los videos previos a la explosión, donde, el comportamiento de las personas que festinaban la ruptura de los ductos y robaban el combustible en todo tipo de recipientes, se ha repetido en muchas ocasiones.
De hecho, en videos que circulan profusamente en internet, se ve robando combustible, utilizando vehículos arreglados ex profeso, poniendo en primer plano a los pobladores, quienes, hasta se bañan en los arroyos que se forman con el combustible derramado.
Lo de Tlahuelilpan, solo es responsabilidad de la gente que se presta al juego de los huachicoleros, para desviar la atención, por lo que, tarde o temprano, esto iba a acabar en tragedia.
Sin embargo, este episodio y este método de rapiña, es, a su vez, una cortina de humo también, para encubrir el saqueo sistemático por parte de políticos, funcionarios, empresa y miembros del sindicato petrolero, que durante años han saqueado a Pemex.
Las opiniones en torno a esta tragedia se han polarizado tanto, que, por un lado, hay quienes justifican el saqueo apelando a la miseria en que viven muchas poblaciones, y que no admiten, por ningún motivo, que sea una actividad delincuencial.
Del otro extremo, hay quienes, de alguna manera, se regocijan por lo que pasó, por considerar que fue una lección para quienes viven fuera de la ley, y que quieren apelar a su situación económica para justificar sus fechorías.
Curiosamente, desde el inicio del gobierno de AMLO, creció la cantidad de vídeos subidos a la red, para mostrar el modus operandi y la forma descarada de cómo realizan la rapiña de combustible, en lugares que tienen un historial largo de saqueo y destrucción de la infraestructura de petróleos mexicanos.
Cada vez más osados, más descarados y arriesgados. Una simple chispa, sirvió de detonante, para hacerles ver del gran riesgo que estaban corriendo. A esta versión, se unen algunas organizaciones variopintas o definitivamente patrocinadas por políticos y partidos, destacando que en Tlahuelilpan, el 55% de la población vive en pobreza.
Si nos apegamos a estos criterios, qué sucedería en otras regiones más pobres y por las que no pasan los ductos de Pemex. ¿Acaso saquear los comercios, negocios bodegas, etcétera? Pero no sucede así. La gente de bien, aunque pobre, no hace ese tipo de cosas.
Por otro lado, los que se regocijan de que esto haya sucedido, opinan que fue una lección, para que en lo sucesivo, la gente se abstenga de participar en actos de rapiña.
Pero donde hay pérdida de vidas humanas, ningún hecho lo justifica.
Para los que quieren culpar al gobierno de López Obrador de la tragedia por combatir frontalmente a la corrupción que ha costado miles de millones al erario, son los hipócritas y cómplices de esta corrupción, que quieren sacar alguna ventaja política o, como se cree, formar cortinas de humo para tratar de confundir y desviar la atención hacia otro lado, no hacia ellos, los verdaderos artífices, cómplices descarados de la situación que prevalece en Pemex y, en general, en el país.
Ojalá el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, recapacite en algunas de sus ocurrencias y niñerías y tomé muy en serio las cosas: una, qué tiene que castigar con todo el peso de la ley a los corruptos y despojarlos de los bienes y riquezas mal habidas;
Dos, que tomé muy en serio su seguridad, porque acaba de desatar a los demonios. Y en México, lo hemos visto muchas veces, no hay obstáculo que no pueda hacer a un lado la mafia del poder, ahora, en complicidad con el crimen organizado.